Fugaz. Fugaz permanecía agazapada, abrazada a sus rodillas, con la cara hundida y el pelo cayendo sobre sus hombros. En la oscuridad el brillo de sus ojos, se apagaba como un aliento, la ropa le quedaba grande, había perdido el hambre de vida. Se consumía en un torbellino interno sin salida.
Fugaz encogía los pies, para que los rayos de luz no tocaran su piel, le costaba respirar y sentía que su corazón palpitaba cada vez más y más lento. Escuchaba una voz, un eco lejano que decía “cuándo terminará, duele demasiado”.
Fugaz se fue abandonando con el paso de los días, de las semanas, de los meses, de los años …
Dejó de tener ganas, se desdibujaron con los gritos sordos de toda una humanidad.
Dejó de soñar, sus anhelos se fueron volando con las prisas de no poder ir más despacio.
Dejó que sus fuerzas la abandonaran, perdiendo toda esperanza de abrir sus alas y volar, alto y libre.
Dejó de hablar, porque sus palabras se perdían entre la multitud y no eran escuchadas.
Dejó de sentir, su piel ardía con el aire denso y pesado que nublaba su mente con historias de una vida que no recordaba.
Dejó de escuchar, anhelaba el silencio hermético, oscuro y limpio.
Dejó de crear, el rechazo la invadió con cada mirada, cada gesto, con cada sutileza imperceptible de aquel, de aquella, de otro y de otra.
Dejó de reír porque su corazón olvidó cómo hacerlo.
Dejó de amar, su pasión menguó, camuflada tras una estrella.
Fugaz se ocultó, convirtiéndose en una sombra de larga melena color fuego. Su llama se extinguió y se dejó ir consumida por la tristeza y la desesperación de no ser mejor, de no ser más brillante, más interesante, más sorprendente, más genuina, más hermosa, más .. más … más … casi al límite de la extinción, inhaló y sintió como el aire atravesaba las profundas paredes de su núcleo interno y por un instante, dejó de latir.
Fugaz navegó por la luz, viajó por el aire y bailó por el sonido captando la magia de la naturaleza sentida y vista desde un lugar inaudito. Despertó con el tambor de los corazones a uno y al exhalar, aturdida y desorientada lloró afligida por la caricia de una belleza desproporcionada. Sintió el valor, la fuerza y el coraje para desenredar su postura y soltar sus aflicciones, arrastrándose hacia ese lugar en el que la luz abraza la oscuridad.
Fugaz decidió vivir fuera de aquel rincón sombrío y frío.
Quiso saborear de nuevo la belleza, la armonía, el equilibrio, la paz que la visitó, como una ráfaga de oleaje luminoso condensado entre arroyos, montañas y pinares.
Vio un mundo más allá de la esquina en la que se refugiaba y quiso ampliar un horizonte inexplorado, extendiendo su sentir en todas y cada una de las direcciones que dictaba su pulso interno, más allá de lo conocido, más allá de lo nunca visto, más allá de lo jamás pensado.
El cuento es una extraordinaria y poderosa herramienta de autoconocimiento que utilizo en las sesiones de Terapia Transpersonal con el arte.
Un recurso terapéutico de gran valor, muy adecuado para viajar a través de hondas experiencias y trasladar a través de las palabras la voz de un conocimiento profundo, vinculado a: sensaciones, emociones y experiencias.
Una herramienta íntima de auto indagación y auto descubrimiento que funciona como llave para abrir la mente, el cuerpo y el alma, generando nuevas oportunidades o senderos de vida, más amables, más sensibles, más compasivos.
Cuando se narran o se crean historias, se acaricia el sentido de lo vivido, generando nuevas realidades que posibilitan soluciones resilientes y creativas, encaminadas al tránsito de la existencia humana.
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